Josué se
disparó con su su propia arma se dudó unos segundos antes de hacerlo viendo
como los demás se alejaban, no sabían como se había descontrolado la cosa.
Corrieron como diablos atravesando la ciudad temiendo morir ya que los zombis
se echaban cada vez más deprisa a las calles. Braulio tenía miedo, la joven lo
notó en sus ojos, sentía el terror de que iban a morir todos. Regresaron al
edificio y Doc dijo que habían planeado mal todo desde un principio y Josué se
había suicidado quizás por no haber aguantado la situación, se veía venir.
Braulio fue el último en acostarse con
ella, afianzaba los dedos de los pies puestos en el suelo para alzarse y volvía
atrás para coger impulso. Aunque se les había ido de la mano, ni siquiera se
daban cuenta de que cada vez la trataban peor. Finalmente la habían dejado
llena de moratones. Yerón no sabía cuanto aguantaría viendo semejante maltrato
hacia la pobre Leila. Ella seguía aguantando estoicamente todo por lo que la
hacían pasar, ya la habían tomado por la puta del grupo. Él les dijo a solas
que se estaban comportando como auténticos cerdos con la pobre Leila, pero
Braulio increpó diciendo que era lo que había, que el acuerdo era follársela a
cambio de mantenerla a salvo.
Menta se fumó el cigarro inhalando con
suavidad después de haber sido complacido con tantas ganas.
Leila tras limpiarse un poco preparó el
desayuno. Yerón la miraba con cuidado, luego se encerró en el baño para masturbarse
después de ver como se la follaban, pero aquello no le reconfortaba. Ni
mirándose en el espejo se reconocía... Él no era un tío de permitir tales
injusticias.
-¿Qué clase de persona fui? -pensó-. ¿Por qué no me asusto al ver
a un zombi? Y lo peor de todo... ¿Por qué permito que hagan eso a Leila?
****
Allí estaba Leila,
cuando miró a Yerón le dedicó una tierna sonrisa, se sentó con el resto y
observó como ella curaba el brazo de Braulio. Pensó el porqué ella seguía
cuidándolos después de lo que le hacían cada puto día. Él no entendía si ella
lo hacía porque les debía la vida o porque finalmente le gustaba dejarse follar
por esos gilipollas.
-No entiendo porque me seguís si siempre
me estáis llevando la contraria -Arguyó Doc-. La
única que se merece que le salve la vida es a Leila, ella sí es la única
que hace por nosotros, prepara la comida, se ocupa de la casa y nos complace.
-Es para lo único que sirve… -Yerón metió la pata al decir algo
así.
-¿Cómo? -inquirió Braulio-. ¿Crees qué por ser mujer y limpiar,
ser buena persona y dejarse follar es indispensable? Creo que es...
-Desde mí punto de vista el que sea mujer no tiene nada de malo…
-interrumpió Doc-. Los dos conocimos a Heidi y siendo mujer mato a más zombis
que incluso Josué. Así que todo depende –se encogió de hombros-. Pobre Heidi...
-¿Y donde están? -preguntó Yerón.
-Todos muertos -respondió Menta indignado.
-Menos nosotros cuatro -añadió Braulio.
Leila simuló no escuchar nada mientras
preparaba los desayunos, como si obviase comentario respectivo de Braulio y el
machismo de Yerón. Su mente sumisa funcionaba como un gran puzzle de
recuerdos descolocados, eran tantos recuerdos que le venían a la cabeza
que pensaba que se iba a volver loca.
Cuando ella terminó
el almuerzo colocó los platos y vasos sobre la mesa y tras llamarles a comer,
se sentaron en sus respectivos asientos. Cuando empezaron a comer la mirada de
Yerón no dejaba de estudiar cada ápice de la piel desnuda de la joven.
-No veo otra solución –arguyó Braulio-. Somos cinco contra todos
esos infectados y casi no tenemos munición para las armas. Tendremos que hacer
una incursión en cualquier comisaría de la zona.
Continuaron debatiendo acerca de la
durabilidad de la epidemia, de los contagiados y sobretodo de la vida de los
zombis. ¿Para qué sobrevivir si no existía una cura? Estaban indefensos
en mitad de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, sin otras armas que palos,
cuchillos catanas de exposición colgadas en la pared del salón.
Por la noche los putos cadáveres volvieron
a rodear el edificio porque saben que hay carne fresca en el interior y sabían
que en un mes habrán terminado la comida de todas las viviendas.
A Braulio le entró una gran rabia. Para
deshacerse de ella golpeó la pared con el puño derecho con mucha fuerza y todos
le observaron en silencio y se sentó a la mesa cuando Leila comenzó a servir
los vasos de leche con cacao caliente y comenzó a pensar en un plan de
supervivencia.
Entonces le vinieron las primeras grandes
ideas como líder.
-Muy bien gente, lo primero de todo son las prioridades. Por
supuesto lo primero de todo buscarnos armas. Segundo, hacernos con una zona
segura donde poder refugiarnos. Tercero, limar asperezas dentro del grupo.
Cuarto, buscar alimentos. Hay muchas otras cosas importantes, pero por ahora esto
es lo que corre más prisa, porque si salimos ahí fuera de nuevo esos hijos de
puta nos morderán, joderán y devorarán... Y por encima de todo no pienso
dejar que me infecten ni a mí, ni a ninguno de ustedes ¿entendido?
-¡Por fin alguien piensa con la cabeza! -exclamó Doc.
-Sí, ahora se parece mucho más un líder -dijo Leila.
-Te me pareciste a Corsario -comentó Menta con la voz
entrecortada.
Yerón salió del cuarto de baño.
-¿Qué te parece la idea?
-Por mí no hay problema -respondió.
****
Tras desayunar Yerón se recostó contra
el apoya-brazos del sillón. Lo único que llevaba era ropa interior
como el resto por el calor infernal que hacía. Sus piernas peludas eran fuertes
como si fuera jugador de fútbol. Se sorprendió al ver esas cicatrices tan feas
de los tobillos. Tampoco tenía recuerdos relacionados con eso. Después se
levantó y miró en los cajones de la cocina.
-¿Qué buscas? -le preguntó Leila extrañada.
-Un machete.
-¿Y eso?
-Para cortarle el cogote a esos cabrones cuando llegue el momento.
Buscó lentamente, eligiendo el cuchillo
más grande y que mejor se acomodara a su mano. Lo cogió.
-Prométeme algo…
-Dime… -dijo él acercando su rostro al de ella oliéndola de cerca.
-No dudes en hacerlo…
-Claro que no… -sonrió y ella le dio un beso en los labios.
Sostuvo el cuchillo más grande que
encontró en su mano derecha y caminó hacia el cuarto junto a Yerón, atravesó el
pasillo cruzándose con Menta, Doc dormía en el dormitorio del centro,
despatarrado y cubierto parcialmente con una sábana y entró en
el dormitorio de matrimonio donde se encontraban Leila y Braulio mirando por la
ventana.
-¡Ahí, ahí! -señaló ella-. En esa ventana, acabo de ver a uno
atravesando el cuarto. Puto zombi... no sé como pudieron revivir.
-¿Podremos salir del edificio sin que
nos descuarticen en el intento? -preguntó Yerón.
-Creo que sí, pero necesitaremos coger algún coche -respondió
Braulio mirando hacia el cuchillo.
-¿Por qué no lo hacemos al amanecer?
-No podemos tomárnoslo tan a la ligera, Yerón -respondió Leila
casi cariñosamente.
-¿Es tan complicado hacerlo ya? -volvió a preguntar-. Haciéndolo o
no, vamos a morir igual si son demasiados.
-No hay nada seguro, todos estamos en igualdad de condiciones en
éste momento -dijo Braulio algo molesto.
-Corsario nos explicó que todo hay que hacerse usando la cabeza y
no la fuerza bruta -comentó Leila.
-Pero ese Corsario también está muerto o convertido en una de esas
cosas.
-Eso no lo sabemos... -dijo Braulio con ira en la mirada-.
Posiblemente haya sobrevivido.
-Si fuera así, ¿dónde está?
-Posiblemente herido, no lo sabemos…
-Herido... –resopló Yerón-. Suerte que me he mantenido solo hasta
que me encontré con ustedes. Todo era más fácil
-Por cierto, Yerón... ¿es verdad lo que dicen ellos de que eres
bueno matando zombis?
-Sí, no sé...
-¿Dónde aprendiste?
-No lo sé. Será innato.
-De algún sitio tuvo que ser, ¿no crees colega?
-inquirió Braulio.
-¿A caso yo les he preguntado donde aprendieron a cocinar o a
hablar? –se incomodó.
Yerón se dio la media vuelta y salió del
dormitorio. Braulio y ella se miraron:
-Hipócrita...
-Sí, no creo que esté muy bien de la cabeza -dijo ella conociendo
los planes de este y se rió disimuladamente.
Se miraron a los ojos y se recostaron en
la cama de matrimonio. Se dieron un beso en los labios con los ojos cerrados.
Sintieron sus lenguas y sus cuerpos aproximándose el uno al otro.
Posiblemente no sobrevivirían más de un mes, ella pensó volverlo a hacer no era
algo que importase en esos momentos. Las manos de Leila por primera vez, le
recorrieron la espalda hasta llegar a su trasero abultado que le hacían esos pantalones
vaqueros.
-No sé como me vuelves tan loco -se sonrió y le
sacó una sonrisa preciosa a ella.
Resultaba demasiado monótono mantener
relaciones con la puerta abierta, era demasiado obvio y Braulio ya se
encontraba encima. Ella gimió al sentirlo restregarse con un intento de hacerla
penetrarla en seco.
Solía tener un carácter muy
violento que había desatado con ella desde un hacía semanas, anteriormente
siempre la había tratado bien. Ahora eso era otra historia, incluso los demás
la trataban bien cuando la poseían. Leila siempre había sido una chica bastante
segura de sí misma y había acatado todas las órdenes que le dieron
desde un inicio, pero ahora se había vuelto demasiado sumisa y se había
acostumbrado a sus malos tratos. Solo tuvo que deshacerse de las bragas para
tenerla a tiro, en cambio él solo tuvo que bajarse la cremallera del pantalón
para metérsela. Ya habían pasado más de hacerlo una vez al día y forzarla las
veces que les daba la gana. Esa clase de relación llegaba a confundirla
por momentos. Ella le sintió duro y profundo, luego él le tapó la boca con la
mano derecha para que no se quejase del dolor tan intenso que estaba sintiendo.
El odio que realmente sentía él por ella era tan repulsivo que llegó al final
de la cúspide sin un ápice de compasión, sin miedo a asfixiarla. Explotando
dentro, tan adentro que incluso a Leila le dolió, se quejó gravemente apretando
sus manos contra los robustos brazos de Braulio intentando detenerle; ese
rostro de apuro al sentirlo dentro nunca se le olvidaría.
Fue tan asqueroso...
Nunca había sentido tanto dolor en la
vida. No se le aliviaron los dolores vaginales y de útero cuando Doc se le
quitó de encima y arremetió Menta metiéndose entre sus piernas mientras ella miraba
al techo. Pensó que tantos pollazos la estaban desgarrando. Los zombis podían
sobrevivir meses sin alimentarse. Pero eso no le quitaba el miedo a morir un
día… desangrada. Puesto que cada vez era el sexo más continuado y le hacían más
daño. Tampoco pudo evitar sentirse asquerosa y avergonzada cada vez que al
terminar ellos querían observar como era expulsado el semen de su vagina, los
chorros que caían por sus muslos. Después de esos momentos de vergüenza volvía
a limpiarse llenándose de los recuerdos de ellos poseyéndola y marcándola con
cardenales. Pero volvía a repetirse que ellos la mantenían con vida y la
cuidaban. Eran como su familia. Había pensado en abalanzarse por la ventana de
aquel quinto piso o dejar que todos aquellos zombis la devoraran. ¿Para que
vivir de aquella manera? Pero era una chica fuerte: eso se lo había repetido
miles de veces su padre.
Braulio se emborrachó junto a los demás: no
quería mantener un bebé. Laura había hablado con Heidi acerca de los malditos embarazos,
y ciertamente; no le había bajado a Leila el periodo durante todo éste tiempo.
Incluso le recriminó el hecho de estar embarazada y traer al mundo un hijo en
esas circunstancias. Leila se metió en la bañera a darse una especie de ducha con
las toallitas húmedas y con la cortina pasada mientras Braulio orinaba en la
vasija. Sin cortarse ni un pelo en quejarse del bebé que vendría en camino en
unos meses, que si podía ser hijo de cualquiera, incluso de Josué. Aunque se
vitorearon comentando que la había dejado preñada fallándola como conejos. Bromearon
diciendo que podían matar a la criatura. Aquello a Leila le afectó mucho,
pensó, que ella y el bebé jamás y nunca sufrirían algún daño. Protegería al
pequeño con su propia vida ya que no tenía culpa de nada.
By José Damián Suárez Martínez