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martes, 2 de junio de 2015

Capítulo Siete - El primer plan



            Josué se disparó con su su propia arma se dudó unos segundos antes de hacerlo viendo como los demás se alejaban, no sabían como se había descontrolado la cosa. Corrieron como diablos atravesando la ciudad temiendo morir ya que los zombis se echaban cada vez más deprisa a las calles. Braulio tenía miedo, la joven lo notó en sus ojos, sentía el terror de que iban a morir todos. Regresaron al edificio y Doc dijo que habían planeado mal todo desde un principio y Josué se había suicidado quizás por no haber aguantado la situación, se veía venir.
Braulio fue el último en acostarse con ella, afianzaba los dedos de los pies puestos en el suelo para alzarse y volvía atrás para coger impulso. Aunque se les había ido de la mano, ni siquiera se daban cuenta de que cada vez la trataban peor. Finalmente la habían dejado llena de moratones. Yerón no sabía cuanto aguantaría viendo semejante maltrato hacia la pobre Leila. Ella seguía aguantando estoicamente todo por lo que la hacían pasar, ya la habían tomado por la puta del grupo. Él les dijo a solas que se estaban comportando como auténticos cerdos con la pobre Leila, pero Braulio increpó diciendo que era lo que había, que el acuerdo era follársela a cambio de mantenerla a salvo.
Menta se fumó el cigarro inhalando con suavidad después de haber sido complacido con tantas ganas.
Leila tras limpiarse un poco preparó el desayuno. Yerón la miraba con cuidado, luego se encerró en el baño para masturbarse después de ver como se la follaban, pero aquello no le reconfortaba. Ni mirándose en el espejo se reconocía... Él no era un tío de permitir tales injusticias.
-¿Qué clase de persona fui? -pensó-. ¿Por qué no me asusto al ver a un zombi? Y lo peor de todo... ¿Por qué permito que hagan eso a Leila?

****
         Allí estaba Leila, cuando miró a Yerón le dedicó una tierna sonrisa, se sentó con el resto y observó como ella curaba el brazo de Braulio. Pensó el porqué ella seguía cuidándolos después de lo que le hacían cada puto día. Él no entendía si ella lo hacía porque les debía la vida o porque finalmente le gustaba dejarse follar por esos gilipollas.
-No entiendo porque me seguís si siempre me estáis llevando la contraria -Arguyó Doc-. La única que se merece que le salve la vida es a Leila, ella sí es la única que hace por nosotros, prepara la comida, se ocupa de la casa y nos complace.
-Es para lo único que sirve… -Yerón metió la pata al decir algo así.
-¿Cómo? -inquirió Braulio-. ¿Crees qué por ser mujer y limpiar, ser buena persona y dejarse follar es indispensable? Creo que es...
-Desde mí punto de vista el que sea mujer no tiene nada de malo… -interrumpió Doc-. Los dos conocimos a Heidi y siendo mujer mato a más zombis que incluso Josué. Así que todo depende –se encogió de hombros-. Pobre Heidi...
-¿Y donde están? -preguntó Yerón.
-Todos muertos -respondió Menta indignado.
-Menos nosotros cuatro -añadió Braulio.

Leila simuló no escuchar nada mientras preparaba los desayunos, como si obviase comentario respectivo de Braulio y el machismo de Yerón. Su mente sumisa funcionaba como un gran puzzle de recuerdos descolocados,  eran tantos recuerdos que le venían a la cabeza que pensaba que se iba a volver loca.
         Cuando ella terminó el almuerzo colocó los platos y vasos sobre la mesa y tras llamarles a comer, se sentaron en sus respectivos asientos. Cuando empezaron a comer la mirada de Yerón no dejaba de estudiar cada ápice de la piel desnuda de la joven.
-No veo otra solución –arguyó Braulio-. Somos cinco contra todos esos infectados y casi no tenemos munición para las armas. Tendremos que hacer una incursión en cualquier comisaría de la zona.
Continuaron debatiendo acerca de la durabilidad de la epidemia, de los contagiados y sobretodo de la vida de los zombis. ¿Para qué sobrevivir si no existía una cura?  Estaban indefensos en mitad de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, sin otras armas que palos, cuchillos catanas de exposición colgadas en la pared del salón.
Por la noche los putos cadáveres volvieron a rodear el edificio porque saben que hay carne fresca en el interior y sabían que en un mes habrán terminado la comida de todas las viviendas.

A Braulio le entró una gran rabia. Para deshacerse de ella golpeó la pared con el puño derecho con mucha fuerza y todos le observaron en silencio y se sentó a la mesa cuando Leila comenzó a servir los vasos de leche con cacao caliente y comenzó a pensar en un plan de supervivencia.
Entonces le vinieron las primeras grandes ideas como líder.
-Muy bien gente, lo primero de todo son las prioridades. Por supuesto lo primero de todo buscarnos armas. Segundo, hacernos con una zona segura donde poder refugiarnos. Tercero, limar asperezas dentro del grupo. Cuarto, buscar alimentos. Hay muchas otras cosas importantes, pero por ahora esto es lo que corre más prisa, porque si salimos ahí fuera de nuevo esos hijos de puta nos morderán, joderán y devorarán... Y por encima de todo no pienso dejar que me infecten ni a mí, ni a ninguno de ustedes ¿entendido?
-¡Por fin alguien piensa con la cabeza! -exclamó Doc.
-Sí, ahora se parece mucho más un líder -dijo Leila.
-Te me pareciste a Corsario -comentó Menta con la voz entrecortada.
Yerón salió del cuarto de baño.
-¿Qué te parece la idea?
-Por mí no hay problema -respondió.

****

Tras desayunar Yerón se recostó contra el apoya-brazos del sillón. Lo único que llevaba era ropa interior como el resto por el calor infernal que hacía. Sus piernas peludas eran fuertes como si fuera jugador de fútbol. Se sorprendió al ver esas cicatrices tan feas de los tobillos. Tampoco tenía recuerdos relacionados con eso. Después se levantó y miró en los cajones de la cocina.
-¿Qué buscas? -le preguntó Leila extrañada.
-Un machete.
-¿Y eso?
-Para cortarle el cogote a esos cabrones cuando llegue el momento.
Buscó lentamente, eligiendo el cuchillo más grande y que mejor se acomodara a su mano. Lo cogió.
-Prométeme algo…
-Dime… -dijo él acercando su rostro al de ella oliéndola de cerca.
-No dudes en hacerlo…
-Claro que no… -sonrió y ella le dio un beso en los labios.

Sostuvo el cuchillo más  grande que encontró en su mano derecha y caminó hacia el cuarto junto a Yerón, atravesó el pasillo cruzándose con Menta, Doc dormía en el dormitorio del centro, despatarrado y cubierto parcialmente con una sábana  y entró en el dormitorio de matrimonio donde se encontraban Leila y Braulio mirando por la ventana.
-¡Ahí, ahí! -señaló ella-. En esa ventana, acabo de ver a uno atravesando el cuarto. Puto zombi... no sé como pudieron revivir.
-¿Podremos salir del edificio sin que nos descuarticen en el intento? -preguntó Yerón.
-Creo que sí, pero necesitaremos coger algún coche -respondió Braulio mirando hacia el cuchillo.
-¿Por qué no lo hacemos al amanecer?
-No podemos tomárnoslo tan a la ligera, Yerón -respondió Leila casi cariñosamente.
-¿Es tan complicado hacerlo ya? -volvió a preguntar-. Haciéndolo o no, vamos a morir igual si son demasiados.
-No hay nada seguro, todos estamos en igualdad de condiciones en éste momento -dijo Braulio algo molesto.
-Corsario nos explicó que todo hay que hacerse usando la cabeza y no la fuerza bruta -comentó Leila.
-Pero ese Corsario también está muerto o convertido en una de esas cosas.
-Eso no lo sabemos... -dijo Braulio con ira en la mirada-. Posiblemente haya sobrevivido.
-Si fuera así, ¿dónde está?
-Posiblemente herido, no lo sabemos…
-Herido... –resopló Yerón-. Suerte que me he mantenido solo hasta que me encontré con ustedes. Todo era más fácil
-Por cierto, Yerón... ¿es verdad lo que dicen ellos de que eres bueno matando zombis?
-Sí, no sé...
-¿Dónde aprendiste?
-No lo sé. Será innato.
-De algún sitio tuvo que ser, ¿no crees colega? -inquirió Braulio.
-¿A caso yo les he preguntado donde aprendieron a cocinar o a hablar? –se incomodó.

Yerón se dio la media vuelta y salió del dormitorio. Braulio y ella se miraron:
-Hipócrita...
-Sí, no creo que esté muy bien de la cabeza -dijo ella conociendo los planes de este y se rió disimuladamente.
Se miraron a los ojos y se recostaron en la cama de matrimonio. Se dieron un beso en los labios con los ojos cerrados. Sintieron sus lenguas y sus cuerpos aproximándose el uno al otro. Posiblemente no sobrevivirían más de un mes, ella pensó volverlo a hacer no era algo que importase en esos momentos. Las manos de Leila por primera vez, le recorrieron la espalda hasta llegar a su trasero abultado que le hacían esos pantalones vaqueros.
-No sé como me vuelves tan loco -se sonrió y le sacó una sonrisa preciosa a ella.
Resultaba demasiado monótono mantener relaciones con la puerta abierta, era demasiado obvio y Braulio ya se encontraba encima. Ella gimió al sentirlo restregarse con un intento de hacerla penetrarla en seco.
Solía tener un carácter muy violento que había desatado con ella desde un hacía semanas, anteriormente siempre la había tratado bien. Ahora eso era otra historia, incluso los demás la trataban bien cuando la poseían. Leila siempre había sido una chica bastante segura de sí misma y había acatado todas las órdenes que le dieron desde un inicio, pero ahora se había vuelto demasiado sumisa y se había acostumbrado a sus malos tratos. Solo tuvo que deshacerse de las bragas para tenerla a tiro, en cambio él solo tuvo que bajarse la cremallera del pantalón para metérsela. Ya habían pasado más de hacerlo una vez al día y forzarla las veces que les daba la gana.  Esa clase de relación llegaba a confundirla por momentos. Ella le sintió duro y profundo, luego él le tapó la boca con la mano derecha para que no se quejase del dolor tan intenso que estaba sintiendo. El odio que realmente sentía él por ella era tan repulsivo que llegó al final de la cúspide sin un ápice de compasión, sin miedo a asfixiarla. Explotando dentro, tan adentro que incluso a Leila le dolió, se quejó gravemente apretando sus manos contra los robustos brazos de Braulio intentando detenerle; ese rostro de apuro al sentirlo dentro nunca se le olvidaría.
Fue tan asqueroso...


Nunca había sentido tanto dolor en la vida. No se le aliviaron los dolores vaginales y de útero cuando Doc se le quitó de encima y arremetió Menta metiéndose entre sus piernas mientras ella miraba al techo. Pensó que tantos pollazos la estaban desgarrando. Los zombis podían sobrevivir meses sin alimentarse. Pero eso no le quitaba el miedo a morir un día… desangrada. Puesto que cada vez era el sexo más continuado y le hacían más daño. Tampoco pudo evitar sentirse asquerosa y avergonzada cada vez que al terminar ellos querían observar como era expulsado el semen de su vagina, los chorros que caían por sus muslos. Después de esos momentos de vergüenza volvía a limpiarse llenándose de los recuerdos de ellos poseyéndola y marcándola con cardenales. Pero volvía a repetirse que ellos la mantenían con vida y la cuidaban. Eran como su familia. Había pensado en abalanzarse por la ventana de aquel quinto piso o dejar que todos aquellos zombis la devoraran. ¿Para que vivir de aquella manera? Pero era una chica fuerte: eso se lo había repetido miles de veces su padre.                                                    
Braulio se emborrachó junto a los demás: no quería mantener un bebé. Laura había hablado con Heidi acerca de los malditos embarazos, y ciertamente; no le había bajado a Leila el periodo durante todo éste tiempo. Incluso le recriminó el hecho de estar embarazada y traer al mundo un hijo en esas circunstancias. Leila se metió en la bañera a darse una especie de ducha con las toallitas húmedas y con la cortina pasada mientras Braulio orinaba en la vasija. Sin cortarse ni un pelo en quejarse del bebé que vendría en camino en unos meses, que si podía ser hijo de cualquiera, incluso de Josué. Aunque se vitorearon comentando que la había dejado preñada fallándola como conejos. Bromearon diciendo que podían matar a la criatura. Aquello a Leila le afectó mucho, pensó, que ella y el bebé jamás y nunca sufrirían algún daño. Protegería al pequeño con su propia vida ya que no tenía culpa de nada.



By José Damián Suárez Martínez

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