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martes, 2 de junio de 2015

Capítulo Seis - Yerón



         Menta la besó y Leila se sorprendió.
-¿Qué haces?
         Él metió su mano en los pantalones de ella echándole la mano al coño y luego la saco para olérselas. Se escupió y volvió a realizar la misma acción pero esta vez masturbándola al mismo tiempo que él se lo hacía a sí mismo. Dijo que iba a follársela, ella se negó pero él fue muy brusco. Leila aguantó las lágrimas porque no quería mostrar debilidad y llorar. A pesar de que nunca un hombre la hubiera asaltado de aquella manera. Se retorció cuando había terminado y suspiró. Como si aquello hubiera sido magnífico y sonrió encantado.
         Los demás ya sabían lo que había sucedido, Leila salió del almacén sin mirar a ninguno. Cuando se sentó en una de las esquinas, Doc se sentó a su lado diciéndole que no tenía nada de malo, que ellos eran hombres y ella una mujer.
         Se dio cuenta de que Laura tuvo que hacerlo con todos ellos y hacer de tripas corazón. Eso nunca lo imaginó y le daba demasiado asco. No estaba preparada para ser usada por todos, pero tenían cierta razón en que ellos la estaban manteniendo con vida y eso era lo mínimo que podía hacer como agradecimiento.
         En ese almacén ya no podía quedar  ninguno por satisfacer. El que hubiera estado en contra de lo que a continuación iba a pasar hubiera muerto de un disparo en la frente. El primero en tomar la decisión fue Josué, que se agarró con fuerza a sus hombros y la penetró sin bajarse si quiera los pantalones. El niñato pajero, sollozando de angustioso placer. No tuvo opción, o accedía por las buenas o sería obligada. Una vez preguntó a su padre porque los hombres tenían esos bultos y le dijo: Que eso era para tener bebés y que se introducía con semillas dentro de las mujeres. Llegó al orgasmo con el rostro soplado, en ese momento Braulio le dio un cogotazo para que sediera el turno y apartándolo de un empujó se subió encima de ella. En ese momento todos estaban alrededor disfrutando de la escena tan pornográfica.
         Braulio se movía brusco y ella podía percibir su olor a orín. Él decía que solo ellos podrían compartirla y que todos la tratarían con respeto mientras se restregaba contra su cuerpo, ya que su cuerpo iba y venía, y no se detuvo. Penetrándola hasta el fondo como un caballo desbocado, ya que ella no podía detenerlo, porque pensaba que la matarían y ninguno haría nada por compadecerla. Hasta ese momento no había sentido repugnancia por ningún hombre y sus olores corporales.
Solo quedaba Doc, enrojecido por la emoción, que andaba sin camisa y afilando su machete esperando su turno. Estaba bastante excitado, su cuerpo ardía más que los otros acomodándose al suyo y tenía el pene más grande que los demás. Ella estaba sollozando entre quejidos y él dijo que no se pusiera a llorar con él.
-¡Disfrútalo, Leila!
         Él la disfrutó al máximo, durante más de veinte minutos interminables. Cuando se quitó de encima se puso la blusa, regresó a su rincón y continuó afilando su machete. Todos habían acabado exhaustos y totalmente relajados. Pero ella era la única que no se sentía a gusto con la situación, incluso se sentía sucia, mientras éste último relataba que los mejores polvos que había tenido eran con su esposa y de los hijos que tuvo. No sabía si ellos habían sobrevivido o habían muerto.
         Leila se mantuvo ausente, Braulio le advirtió nuevamente que si ellos hacían el trabajo sucio y la mantenían viva, ella debería ser condescendiente y hacerles pasar ratos agradables. Pero eso no le gustaba y se fue al otro cuarto. Josué vitoreado por los demás volvió a ella a por más. La joven no lo iba a permitir, aferró su mano derecha el machete que le había entregado Corsario antes de morir , lo guió hacia el cuello del pervertido y lo clavó con fuerza enterrándoselo hasta la garganta. Cayendo desangrado en el suelo. El resto de ellos gritaban alterados y nerviosos, apuntándola con las armas. Mientras Doc intentaba taponar la herida para que no se desangrada, pero fue casi imposible y Josué falleció entre sus brazos.

         Pasaron los días y las cosas se habían suavizado un poco, Leila andaba tras ellos mientras hacían una incursión al interior de un edificio de vivienda, tenían más respeto por ella después de lo sucedido con Josué. Mientras ella se las arreglaba para aguantar sus comentarios sexistas, armándose de paciencia cada vez que a uno de ellos le tocaba el turno de poseerla en cualquier posición, tocando hacerlo de pie en aquel pasillo mirando por las ventanas las azoteas de los edificios colindantes. Pensó llena de ira que un día ella tendría la fuerza para enfrentarse a ellos y matarlos, uno a uno. Al terminar con lo acordado ella regresó a la vivienda acordada, se lavó un poco con unas toallitas húmedas que habían encontrado y rompió a llorar.

* * *

Menta y Braulio inspeccionaron el interior del edificio, escalera abajo, peldaño a peldaño, pasillo a pasillo. Sigilosamente, sin un ápice de piedad hacia esos infectados que habían revivido para acabar con los vivos, con los supervivientes.
-Intentaremos abrir esta puerta -dijo Braulio aun dolorido del brazo.
Pero la puerta estaba abierta y justo detrás había un hombre que empujó a éste al suelo. Menta y Doc pensaron que era un zombi, pero no, era un superviviente... sano al igual que ellos.
-¿Estás infectados? -le preguntó Doc.
-No, sí estoy bien... -respondió el superviviente de unos veinticinco años.
-No tiene signos de estar infectado -afirmó Menta observándole detenidamente.
-Os lo estoy diciendo, no estoy infectado.
-¿No te han mordido, ni arañado? -increpó Braulio preocupado-, ¿Estás seguro?
-Que sí, tíos...
         Como era un superviviente y sano, le llevaron al piso que habían tomado como refugio. Ninguno dijo nada, lo mejor era alegrarse de haber encontrado a otros supervivientes y de ver caras nuevas.
         A el nuevo le encantó la idea de compartir piso con una chica tan bella, llegó el momento del pacto y se asombró al ver el acuerdo al que habían llegado con la pobre Leila. Se vitoreaban mientras la follaban y cuando le tocó el turno, el nuevo se negó rotundamente aunque en sus ojos y en su miembro endurecido se notaba lo contrario.
-Enserio, no seas bobo –dijo Menta.
-Te la puedes follar, se deja –le intentó animar Braulio.
-No. No paso, de verdad.

-¿Estás bien? -le preguntó el joven preocupado.
-Sí, claro…
-No sé como permites que te hagan eso…

         Durante los días siguientes ella observó que el nuevo sabía manejar armas y los machetes.
-¿Puedo preguntarte algo?
-Sí, claro. Pregunta, leila.
-¿Me enseñarías a usar un arma?
-¿Ellos no te han enseñado?
-Le clavé un machete en el cuello a Josué y desde eso no me dejan armas para defenderme…
-No hay problema –sonrió.
         Aprovechando que estaban solos le enseñó cosas básicas de defensa física.
-¿Cómo te llamas?
-Me llamo, Yerón…
         Les dijo que trabajó como guardia de seguridad en algunos recintos, les informó de lo que sabía sobre los militares y una comisaría donde los policías se habían atrincherado con muchas armas.
         Leila no solía entrometerse en las conversaciones que ellos mantenían. El nuevo les habló de cosas importantes que había aprendido en todo ese tiempo solo, pues tenía planes y ganas de ubicarse en algún lugar realmente seguro.
         Hasta ese momento ninguno del grupo tenía nada seguro. Hasta ese momento Leila no se había preocupado por nada, se dio cuenta que no le bajaba el periodo y pensó que estaba embarazada.
         Se puso a llorar, agarró el machete que Doc había dejado a un lado y se lo puso en el cuello. Nadie sabía lo que estaba sucediendo, pensaron que se había vuelto loca. Al final lograron tranquilizarla y contó lo que le preocupaba. Braulio dijo que eso era una gran putada. Ninguno podía poner pegas, todos se la habían follado, cualquiera podría ser el padre de la indefensa criatura que se gestaba en su vientre. Decidieron que había que cuidarla en su estado, que no podrían obligarla a hacer más sexo con ellos. Braulio afirmó con la mirada, no le gustaba la idea de mantener a un bebé porque sus lloros podrían llamar la atención de los infectados.
-¿Quién eres? -preguntó Menta intrigado intentando apartar la mente del problema del embarazo.
-Llevaba algún tiempo afincado en éste edificio, pero ustedes acabáis de sentenciarme a muerte -respondió indignado.
Doc buscó en sus bolsillos y sacó una cartera, rebuscó en el interior hasta encontrar un carnet de identidad:
-Yerón Méndez  Travieso -le presentó en voz alta-. Tiene veinticinco años, Español y de Tenerife.
-Chicharrero para el colmo... -arguyó Braulio bastante molesto con su presencia.
-¿Hay alguien más contigo? -interrogó Menta.
-No...
-¿Estás solo? -volvió a preguntar desconfiadamente.
-Sí...
-¿Estás seguro?
-¿Ves a alguien más?

Doc y Menta prosiguieron observando cada uno de los cuartos del piso. Ya ellos estaban bastante nerviosos con la noticia de la llegada de un puto bebé. Sin duda conversaron sobre todas las veces que se la habían follado, pero no pensaron en las consecuencias, en ningún momento se les pasó por la mente los preservativos, fueron pensando en miles de cosas que podrían haber hecho y empezaron a burlarse, diciendo como la habían llenado de semen por dentro y lo mucho que habían disfrutado y como se habían saciado con su joven y delicado cuerpo. En ese momento Menta lloró recordando a su hijo no nacido y en su novia embarazada, aquella imagen tan horrorosa de verla infectada y trasformada en un zombi.

De pronto un hombre salió de el interior de uno de los roperos con una furia desmesurada. Forcejearon, el individuo cayó al suelo de un disparo propinado en el entrecejo.
-¿Que estabas solo? -le preguntó Braulio indignado.
Al salir del cuarto se mantuvo observando a la joven, la conocía de algo, mantenía sus recuerdos en su cerebro, pero ¿quién era?
-Ese era mí compañero, se llamaba Víctor Santana... bueno lo que vi en el DNI que llevaba -respondió Yerón-. El tío estaba infectado y no me lo dijo. Le encontré en la zona de la clínica Roca, estaba en un quirófano cuando despertó.
-¿Cómo Leila? -inquirió Doc.
-¿Casualidades? -preguntó Braulio.
-Todavía recuerdo como tirábamos los restos de cadáveres en fosas comunes en el vertedero.
-¿Qué hacías en el vertedero?
-Trabajaba con un equipo de desinfección -explicó-. Al principio, en la primera oleada los muertos eran enterrados en fosas comunes, luego en el vertedero donde encontré a éste y luego tomaron la decisión de incinerar todos los cadáveres.
-Pues sabes más que nosotros que digamos -comentó Doc.
-Odio que me mareen con tanta pregunta, por lo menos soy bueno matando zombis.

****

-Yo cuando desperté no recordaba nada... -musitó ella-. Lo peor de todo esto es saber que solo quedamos unos cuantos con vida...
-¿Quién coño crearía el famoso virus de la muerte? -preguntó Yerón indirectamente.
-No sé si quiero descubrirlo -respondió Menta.

Todos se acomodaron por el piso y se acostaron a dormir porque sus cuerpos estaban cansados y necesitaban reponer fuerzas.

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By José Damián Suárez Martínez

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